La plenitud de vida de Victoria a sus 32 años, la llevan a caminos que ella nunca podría haber sospechado.
Nos fijamos en cuatro:
“Cuando Victoria Díez recorría los doce kilómetros que distan de Hornachuelos a La Mina del Rincón, es decir, el tramo final que la llevó al lugar donde ofrecería su supremo gesto de amor, había recorrido ya muchos caminos, que se funden en realidad en uno solo: el seguimiento de Cristo en la vida y en la muerte. Su gesto final no fue sino la coherencia con su entrega de cada día, la última etapa de un itinerario marcado por la entrega joven y genuina a la causa de Jesús. …en cada cruce de caminos Victoria descubrió la presencia confortante de una Madre, María, a quién amó con especial ternura. También la invocó con fuerza en aquel momento definitivo…Llegado el momento de la extrema fidelidad, Victoria recibió el don de entregar la vida por Cristo y con Cristo. Era el culmen de un camino sólo explicable desde el amor”. (Cardenal E. Martínez Somalo L´ Romano. Octubre 1993)
En la madrugada del 12 de Agosto, junto con el párroco y 16 más, rodeada de hombres armados, recorre el camino hacia la Mina del Rincón Alto. Les envolvía un silencio cómplice y acusador, vergonzante y responsable. Silencio total, como si la naturaleza se permitiera el lujo de dar su eterna lección de sensatez.